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miércoles, 15 de mayo de 2013

Todas las ''putas'', todas

Por: Amanda Vaca

Me encontraba sentada en un bus realizando mi rutinario recorrido de la casa a la universidad. Miraba por la ventana y llevaba puestos los audífonos queriendo esquivar el estridente reggetón que sonaba por los parlante del transporte, cuando un hombre mayor subió y se abrió paso en medio del tumulto -el bus estaba repleto pues era un lunes en la mañana- para pararse junto a mi asiento. No le tomé mayor atención hasta que sentí su mirada posada sobre mi pecho, como si sus ojos fueran a abrirse paso entre mi blusa para mirar su contenido.Los primeros 10 minutos traté de pensar en otra cosa, pero su mirada era tan molestamente penetrante, que decidí tomar una bufanda de mi bolso y m la coloque sobre el cuello, de tal manera que cubriera todo mi pecho. El sujeto al notar que me cubría, desvió la mirada y entre dientes dijo: "Si no quieren que uno vea, no deberían andar vestidas así". Al oir estas palabras no pude evitar hacerme una revisión de pies a cabeza para ver que parte de mi vestimenta puede atraer miradas obscenas. No encontré nada fuera de lo normal.

El diez de marzo del 2012, organizaciones y grupos de tradición larga y consistente en cuanto a la militancia política y al trabajo por los derechos de los géneros como Casa trans, Proyecto tras genero, Salud mujeres, Católicas por el derecho a decidir, Movimiento juvenil, Artikulacion Esporádika, Fundación Causana y Colectivo Prodh (Pro Derechos Humanos), coincidiendo en que era necesario llamar la atención sobre los altos índices de violencia hacia los sujetos femeninos en Ecuador, unieron sus aportes para organizar la primera “Marcha de las putas” —así, con todas las letras—, que usó como plataforma de convocatoria las redes sociales, teniendo una acogida inédita: miles de mujeres se manifestaron a favor del evento aunque en un inicio las organizadoras sospecharon que la palabra era demasiado fuerte para el medio. “En una de las radios a las que asistí para hablar de la marcha, el locutor empezó a gaguear cuando le tocó leer como se llamaba”, dijo María José Guevara, residente de la Casa trans y estudiante de comunicación. “Es terrible ver como la sociedad y los medios pueden horrorizarse por una palabra y no por la violencia de género a la que estamos sometidos. Tienen muy trastocada la noción del escándalo”.

Es “Marcha de las putas” en Ecuador, pero ha tenido otros nombres; empezó como “Slut walk” en Toronto y la primera vez que se realizó fue en abril del 2011 como reacción a declaraciones de un representante de la policía canadiense, quien aconsejó a las mujeres de York University no vestirse como putas para evitar los crímenes sexuales. Tres mil personas marcharon frente a la comisaría para exigir una disculpa y miles y miles más lo han hecho en otras ciudades. Se ha llamado también “La marcha de las puercas” en Londres, de las “putillas” en Barcelona, “de las golfas”, “de las perras”; pero en América Latina se ha usado el término en su traducción literal: “putas”. “Aquellas que piensan que jamás les han dicho putas porque no se han merecido el insulto”, expone Ana Almeida, una de las voceras de la marcha, “que se den media vuelta para que vean como las llaman a sus espaldas.”

Y lo explican ampliamente en un manifiesto de redacción conjunta que se leyó entre vítores el día del evento: la puta es la mujer que se hace cargo de su cuerpo y de su placer, así como también se expresa estéticamente a voluntad. En un mundo dividido en dos mitades donde una es buena y la otra es mala, el manifiesto de “La marcha de las putas” de Ecuador, lanza una sentencia radical: “Frente a la violencia en que vivimos todas las mujeres y otras personas que asumen expresiones diversas de género, nos autoproclamamos putas todas”. Y es que otro de los objetivos de la marcha consistía en resaltar que en el artículo 21 de la nueva constitución hay un apartado que habla del derecho al respeto por toda libertad estética.

“Ni el feminismo es exclusivo de las mujeres ni la transgresión de género es exclusiva de las personas trans”, por ello una de las actividades más llamativas de la marcha consistía en sugerir a las manifestantes usar las ropas que el imaginario asociara con el trabajo sexual: medias, corsés, mallas, tacones o el cuerpo semidesnudo. Esto causó más de una broma entre los usuarios de las redes sociales: “Marcharon muchas mujeres pero pocas eran putas de verdad”, comentaba alguien desde su cuenta de Twitter. Otras críticas fueron mucho más severas como la de Ana María Garzón quien, en una nota de opinión publicada por diario Hoy llamada “Feminismo y marcha”, se manifestaba preocupada porque eventos como la “Marcha de las putas”, en lugar de borrar las diferencias que existentes entre las feminidades, las resaltaban: “¿Por qué marchar utilizando un nombre que sigue validando una categoría creada desde el discurso dominante? ¿Por qué seguir usando una palabra-estigma para identificarse?” y luego concluye “Quiero pensar que las mujeres estamos buscando nuevas formas de representación”.

De mi molesta experiencia -que no fue la única-, solo queda el mal sabor de sentirme agredida por mi vestimenta o por el simple hecho de ser mujer, pero ahora se que no soy la única que pasa por estas desagradables situaciones y que quisiera que acaben. Putas o no, somos mujeres y seres humanos que merecemos respeto.








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